Soy de los tuyos - La comunidad de Don Bosco
Don Luis Orione
(compromiso)
Cincuenta años después de su paso por aquella casa, Don Orione recordaba: “La salvación de toda la juventud de todo el mundo, se obtendrá de los Oratorios Festivos y de la Escuela. Don Bosco decía: ‘¿Quieren salvar a un pueblo, a una ciudad? Abran un buen Oratorio Festivo’”. Y esa fue su certeza, y lo que lo movió a lo largo de toda su vida.
Quizá aún sin darse cuenta, durante los años que vivió inmerso en el espíritu salesiano (1886-89), y en los que tuvo la gracia de conocer personalmente a Don Bosco, fueron sembradas en su corazón todas las semillas de la obra que luego desplegaría a lo largo de su vida, y el camino que dejaría marcado para tantos hijos que siguen hasta hoy sus pasos.
Al terminar el último año de la escuela, llegó el momento en que Luis Orione debía solicitar el ingreso al noviciado para encaminarse a cumplir su gran sueño de ser sacerdote salesiano. Pero, como de costumbre, no todo en la vida es tan sencillo cuando se trata de seguir al Señor. Él mismo nos lo cuenta así:
“Don Bosco había muerto cuando yo, después del IV Curso Gimnasial, fui a Valsálice para los ejercicios espirituales, que preceden a la solicitud de Noviciado. Que si, que no, yo que nunca tuve duda sobre mi vocación de salesiano, por esos días pensé en entrar al Seminario Diocesano… Estábamos ya ante las vísperas de la clausura de los ejercicios. Me encontraba muy agitado. ¿Qué dirían mis compañeros, especialmente Don Rua, Don Barberis y los otros superiores? ¡Si había alguien seguro de su vocación salesiana, siempre había sido yo!
Quise consultar a Don Bosco, cuya tumba se encuentra en medio del jardín en el patio inferior. La última noche esperé que todos se durmieran y sigilosamente me levanté y bajé. Permanecí toda la noche llorando y rezando sobre la tumba del amado padre”.
En agosto de 1889 el joven Orione, que tenía entonces 17 años, dejaba el Oratorio, donde había vivido “los tres años más lindos de su vida”
En agosto de 1889 el joven Orione, que tenía entonces 17 años, dejaba el Oratorio, donde había vivido “los tres años más lindos de su vida”. Y aunque ingresó al seminario diocesano de Tortona, nunca olvidó aquellas experiencias que marcaron a fuego su corazón.
Don Orione afirmó siempre que, en la escuela de Don Bosco, tuvo la gracia de descubrir horizontes nuevos, de ampliar la perspectiva del bien, de comprender deberes y nuevas posibilidades de apostolado. Especialmente el amor por la juventud y por los “descartados” de la sociedad.
Estando aún en el Seminario, un día Luis se encontró con un niño, Mario Ivaldi, que salía corriendo y llorando de la catequesis, porque el seminarista a cargo del curso lo había maltratado. El corazón de Orione forjado en la escuela de Don Bosco, no pudo tolerar que aquel chico no encontrase su lugar en la Iglesia, y le hizo una propuesta: “Busca algunos amigos tuyos, y vengan conmigo: aquí jugaremos, nos divertiremos, y también tendremos el catecismo”. Y así fue, después de los primeros jóvenes, vinieron otros y otros más… y sin darse cuenta, comenzaba su primer oratorio festivo, y desde allí brotaría con el tiempo una nueva familia religiosa, la Pequeña Obra de la Divina Providencia.
La segunda gran intuición pastoral de Don Orione, aunque tardó más años en florecer, se la debe también al oratorio salesiano.
“Entonces, cuando estaba en el Oratorio de Don Bosco, recuerdo que nos llevaban a pasear, allá alrededor del Cottolengo de Turín, y cada vez que pasaba delante de la Pequeña Casa de la Divina Providencia, experimentaba una especial atracción hacia aquella obra de fe y de caridad, y el vivo deseo de hacer algo, con la ayuda divina, para nuestros hermanos más pobres y más abandonados”.
“Todo lo que ustedes ven en mí es fruto de los años vividos en el Oratorio de Don Bosco”.
Boletín Salesiano
Para Don Bosco, aquellos que lo acompañaron fueron piedra fundamental en el origen de lo que hoy podemos denominar nuestro carisma. Que al repasar anécdotas, encuentros y opciones históricas de estos personajes podamos reconocer aquellos dones y valores que hoy siguen vivos en cada uno de los que formamos parte de esta familia. En definitiva, esos nombres que nos antecedieron como educadores/ras, como ex alumnos/as, como familia salesiana, intentarán ser herramientas para seguir profundizando dimensiones tan propias de nuestra esencia como la escucha, la alegría, el acompañamiento, el servicio, la amistad, el compromiso social, la espiritualidad, la ternura y el cuidado. Dejémonos llevar por las historias, disfrutemos un rato de las opciones de otros/as tantas que en tiempos de don Bosco descubrieron una manera de estar entre los pibes. Reconozcamos esos valores que dieron origen al Sistema Preventivo en muchos de los que hoy, como comunidad del Santa, intentamos mantenerlo vivo día a día.