Soy de los tuyos - La comunidad de Don Bosco
Félix Reviglio
(confianza)
Me llamo Félix, y tengo 16 años. Tenía en Turín un grupo de amigos, con los que empezamos a dar vueltas por calles y plazas y ni si nos ocurría pisar la Iglesia. Yo era el que mandaba en ese grupo, todos hacían lo que yo les decía. La verdad que había escuchado hablar de Don Bosco porque en la calle uno se enteraba de todo. Se decía que era una gran persona (el Padre de la Juventud, el amigo de todos y otras cosas más). Pero a mí me parecía exagerado.
El domingo pasado me había juntado con mi grupo para hacer nada, como cada domingo. De repente nos dimos cuenta que faltaba uno y nadie sabía dónde estaba. -Se fue al oratorio de Don Bosco, un cura muy simpático que trata muy bien a la gente -dijo Pedro.
—¿Oratorio de Don Bosco, qué es eso de oratorio, qué se hace ahí?, pregunté yo.
—Dicen que es un lugar donde se juntan muchos chicos y juegan, corren, saltan, cantan y después van a una iglesia cercana a rezar.
—¡Corren, juegan, saltan y cantan! Todo eso me gusta a mí; pero ¿dónde está ese lugar?
—En Valdocco.
—Vamos a verlo. (Se me ocurrió y fuimos).
Al llegar al lugar, encontré el portón cerrado, porque los pibes se habían ido a la capilla. Así es que me asomé y miré por arriba del muro y como no había nadie en el patio, me metí. Estaba curioseando, y mientras miraba el oratorio, me parecía que no podía ser más que una casucha. En ese momento, se me acercó un pibe que me preguntó qué estaba haciendo y me llevó a la capilla donde estaban todos.
Desde el primer momento, quedé sorprendido de ver tantos chicos escuchando a un cura que les hablaba con sencillez y dulzura. Era el teólogo Borel que predicaba, que hablaba de los corderos y los lobos, resaltando que teníamos que cuidarnos de los malos compañeros. Estas y otras palabras parecidas me llegaron al corazón, porque nunca escuché hablar de esa manera. Terminada la charla nos pusimos a cantar y yo estaba muy contento porque nunca había experimentado esas cosas.
Pero estaba impaciente por conocer a Don Bosco, así es que pregunté nuevamente por él y uno de los chicos me llevó donde estaba, rodeado de un montón de pibes.
Don Bosco me recibió con mucho cariño y yo quedé profundamente conmovido. Después de unas preguntas sobre mi vida y mi familia, me invitó a jugar con los demás, me hizo cantar solo, alabó mi voz, me prometió que me enseñaría música y muchas cosas más. Una palabrita al oído, una de aquellas poderosas palabras, cuyo secreto sólo él poseía, acabó por ganar mi corazón y que me hagan quedarme con él. A partir de aquel momento, me sentí totalmente cambiado y empecé a ir al oratorio festivo y al catecismo con varios de mis compañeros.
Para Don Bosco, aquellos que lo acompañaron fueron piedra fundamental en el origen de lo que hoy podemos denominar nuestro carisma. Que al repasar anécdotas, encuentros y opciones históricas de estos personajes podamos reconocer aquellos dones y valores que hoy siguen vivos en cada uno de los que formamos parte de esta familia. En definitiva, esos nombres que nos antecedieron como educadores/ras, como ex alumnos/as, como familia salesiana, intentarán ser herramientas para seguir profundizando dimensiones tan propias de nuestra esencia como la escucha, la alegría, el acompañamiento, el servicio, la amistad, el compromiso social, la espiritualidad, la ternura y el cuidado. Dejémonos llevar por las historias, disfrutemos un rato de las opciones de otros/as tantas que en tiempos de don Bosco descubrieron una manera de estar entre los pibes. Reconozcamos esos valores que dieron origen al Sistema Preventivo en muchos de los que hoy, como comunidad del Santa, intentamos mantenerlo vivo día a día.