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Soy de los tuyos - La comunidad de Don Bosco

Familia Moglia

(familia)

- ¡Basta! se terminó esta loca idea de estudiar, yo crecí y me hice fuerte sin ver siquiera estos libros - Le dijo su hermano mayor mirándolo fijamente.

-¡Qué pavadas decís! ¿no te das cuenta que el burro es todavía más fuerte que vos y tampoco fue a la escuela? ¿o acaso querés ser como él? - le respondió impulsivamente Juan y tuvo que correr para no ser alcanzado por su hermano mayor que se le había tirado encima con furia.

Ya no había  retorno, la relación entre Juan y Antonio no daba para más. La negación de su hermano mayor a que él estudiara alejaba toda posible convivencia entre ellos. Los maltratos habituales y el clima de tensión en la casa  apuraron la decisión de su madre Margarita, para que Juan se fuera por un tiempo a trabajar con otra familia. Con todo el dolor, pero con la esperanza de que ese fuese un mejor camino para poder continuar sus estudios; lo despidió con las últimas instrucciones y recomendaciones. Juan se alejó de su casa, del lugar que lo vio ser niño, del amor de su madre; sin saber por cuánto tiempo. Iba a extrañar verla, ayudarla, charlar, rezar con ella. 

Era invierno de 1827, el día estaba frío y la nieve se lo hacía sentir, en todo su cuerpo, en su corazón. Hizo un alto en el camino, miró hacia atrás y pensó “es tiempo de salir a ganarme la vida”

Antes de golpear la puerta de los Moglia, una familia bien posicionada, devota y de trabajadores de campo, Juan se repitió a sí mismo: 

-La tercera es la vencida

En las otras dos oportunidades las familias se habían compadecido de su situación, pero no lo admitieron. Juan seguía confiando,  este debía ser su hogar. Al segundo golpe de puerta lo recibió un chico. Toda la familia se encontraba  trabajando con el mimbre. Sin dejar pasar tiempo, Juan les contó quién era, de dónde venía. Se puso a disposición, necesitaba el trabajo, necesitaba esa oportunidad. Luis, el padre, tomó la palabra y le explicó  que en ese momento del año no era necesario, que regresara por donde había llegado. Desconsolado, Juan se echó al piso y entre súplicas y lágrimas se puso a juntar mimbre junto a los demás. La esposa, Dorotea, conmovida, convenció a su esposo para que lo recibiera. 

-Seré obediente, seré constante y desenvuelto en el trabajo, ayudaré con los quehaceres diarios de la casa; esa será mi manera de agradecerles. 

Rápidamente Juan se ganó el corazón de la familia Moglia. No parece un chico de su edad, -decían  los mayores-,  por sus inquietudes y responsabilidad. 

- Este niño no deja de sorprendernos, sin descuidar sus deberes persevera en su vocación. Compartían los diferentes miembros de la familia.

Humilde, maduro, sensato eran algunas de las virtudes con las que lo definían. Durante esos veinte meses Juan fue feliz con los Moglia. En ese lugar sintió por primera vez, el calor de un hogar. 

Sus descansos consistían en aprovechar la sombra de algún árbol o de algún animal para poder dedicarse al estudio o a rezar. Con el correr de los días se daría cuenta lo mucho que le gustaba entretener y enseñar a los chicos. Se hizo de un grupo que lo seguía a todos lados y muchos padres de la zona depositaban  en él su confianza. Hasta logró que lo acompañaran a las celebraciones en la parroquia. El sacerdote del lugar, don Francisco Cottino, lo sostuvo y alentó. Incluso continuó con las actividades organizadas por Juan después de que éste se fuera,  a finales de 1829.  

Algunos días no fueron tan felices. Eran esos días en los que recordaba a su madre y a su casa natal. Días en los que le hubiese gustado darle un abrazo a Antonio, para hacerle saber que lo quería y que entendía que gran parte de su enojo se debía a la difícil tarea de ser quién debía llevar el pan a la mesa. Esos días eran grises. Días en los que se aferró aún más a ese sueño de ser sacerdote. 

Si algo marcó a Juan durante su experiencia con aquella familia fue saber que el camino que debía recorrer para cumplir sus sueños era largo y que no podía recorrerlo solo. Más adelante, recordará con una sonrisa su paso por aquella casa y como esa familia le había extendido su mano: 

-Siempre necesité de la ayuda de otros.- Se lo escuchó decir ya de grande y en más de una ocasión. Por su cabeza, seguramente, entre tantos que lo han acompañado, habrán pasado los Moglia.

Para Don Bosco, aquellos que lo acompañaron fueron piedra fundamental en el origen de lo que hoy podemos denominar nuestro carisma. Que al repasar anécdotas, encuentros y opciones históricas de estos personajes podamos reconocer aquellos dones y valores que hoy siguen vivos en cada uno de los que formamos parte de esta familia. En definitiva, esos nombres que nos antecedieron como educadores/ras, como ex alumnos/as, como familia salesiana, intentarán ser herramientas para seguir profundizando dimensiones tan propias de nuestra esencia como la escucha, la alegría, el acompañamiento, el servicio, la amistad, el compromiso social, la espiritualidad, la ternura y el cuidado. Dejémonos llevar por las historias, disfrutemos un rato de las opciones de otros/as tantas que en tiempos de don Bosco descubrieron una manera de estar entre los pibes. Reconozcamos esos valores que dieron origen al Sistema Preventivo en muchos de los que hoy, como comunidad del Santa, intentamos mantenerlo vivo día a día.

Familia Moglia (familia) - pdf

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