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Soy de los tuyos - La comunidad de Don Bosco

José Cafasso (Acompañamiento)

Un día me llamó don Cafasso y me dijo:

- “Ya acabó los estudios, ahora a trabajar. El terreno a sembrar es muy abundante. ¿A qué se siente más inclinado?

- A lo que a usted le parezca que más me conviene.

- Hay tres posibilidades: vicario en Buttigliera de Asti; ayudante de cátedra aquí, en el Convento; o capellán del pequeño hospitalito del Refugio. ¿Cuál preferiría?

- Diga Usted

- ¿Pero no se inclina más a una que a otra cosa?

- Al trabajo con los jóvenes. Esa es mi inclinación. Pero, disponga de mí como quiera, que yo veré en eso la voluntad de Dios.

- En este momento, ¿qué siente en su corazón, en qué piensa?

- Me parece encontrarme entre un mundo de muchachos que esperan que los ayude.

- Váyase unas semanas de vacaciones. Cuando vuelva le diré adónde se le ha destinado.

Después de las vacaciones don Cafasso dejó pasar como una semana sin decirme nada. Tampoco yo le hice ninguna pregunta. Por fin me dijo un día:

- ¿Por qué no me ha preguntado nada sobre su destinación?

- Porque quiero ver la voluntad del Señor en lo que Usted me diga, y no en lo que yo pueda desear.

- Arregle sus cosas y váyase donde está el teólogo Borel. Será el director del pequeño hospital de Santa Filomena y también tendrá trabajo en la obra del Refugio. Mientras tanto, Dios le irá mostrando lo que debe hacer con los jóvenes.

A primera vista parecía que esta determinación fuera contra lo que yo deseaba ya que la dirección de un Hospital, la predicación y las confesiones en un Instituto que tenía más de  cuatrocientas muchachas, no me iba a dejar tiempo para otras ocupaciones. Sin embargo, sí era lo que Dios quería, como enseguida pude comprobarlo.

Desde el primer momento en que conocí al teólogo Borel vi en él a un sacerdote santo un modelo admirable, digno de ser imitado. Siempre que podía compartir con él recibía lecciones de celo sacerdotal, algún buen consejo y estímulo para ser mejor. Durante los tres años que pasé en la Residencia Sacerdotal me invitó muchas veces a que lo acompañara a celebrar, o a administrar el Sacramento de la Reconciliación, o a predicar. 

Conocía, pues, bien, mi campo de trabajo, y hasta me era familiar. Muchas veces habíamos conversado largamente acerca de la manera de ayudarnos cuando íbamos a las cárceles, y cómo destinar suficiente tiempo para estar con los muchachos cuyas condiciones morales y cuyo estado de abandono exigían siempre una mejor atención por parte del sacerdote. En verdad, ¿cómo llevar a cabo ese ministerio? ¿En dónde atender a esos pobres muchachos?

 

- Por ahora, -me decía el teólogo Borel, -la habitación que tiene puede servirle para recibir a los muchachos que ya están viniendo a la iglesia de San Francisco de Asís. Cuando nos pasemos al edificio que se construye para los sacerdotes, al lado del hospitalito, ahí buscaremos si hay un sitio mejor. 

Para Don Bosco, aquellos que lo acompañaron fueron piedra fundamental en el origen de lo que hoy podemos denominar nuestro carisma. Que al repasar anécdotas, encuentros y opciones históricas de estos personajes podamos reconocer aquellos dones y valores que hoy siguen vivos en cada uno de los que formamos parte de esta familia. En definitiva, esos nombres que nos antecedieron como educadores/ras, como ex alumnos/as, como familia salesiana, intentarán ser herramientas para seguir profundizando dimensiones tan propias de nuestra esencia como la escucha, la alegría, el acompañamiento, el servicio, la amistad, el compromiso social, la espiritualidad, la ternura y el cuidado. Dejémonos llevar por las historias, disfrutemos un rato de las opciones de otros/as tantas que en tiempos de don Bosco descubrieron una manera de estar entre los pibes. Reconozcamos esos valores que dieron origen al Sistema Preventivo en muchos de los que hoy, como comunidad del Santa, intentamos mantenerlo vivo día a día.

José Cafasso (acompañamiento) - pdf

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